This is the end…


Y la guerra acabó dejando un solo herido en el campo de batalla. Las armas utilizadas por los salvajes soldados quedaron apiladas en forma de columnas de papel encuadernado sobre dos escritorios en distintas casas. El dolor por la pérdida de la lucha se reflejaba en el rostro del único combatiente que la historia iba a recordar levemente por ser uno de los hijos del caos más absurdo. Poco a poco, esquivando los obstáculos del negro sobre blanco, me acerqué a él y le pregunté:"¿Cómo has llegado a esto?".

El soldado, con los ojos ensangrentados hizo un esfuerzo por ponerse en pie en vano, y con voz trémula me contestó: "Sólo soy un peón del caos".

Sentí lástima por aquel joven desgraciado y, como pude lo traje a mi casa para sanar sus terribles heridas, en un intento egoista de averiguar la razón de tanta violencia descreida y fratricida que había destruido un paraje tan hermoso. Por el camino, unas palabras escaparon de los labios del mísero combatiente que se debatía entre la vida y la muerte:"No hay razones lógicas para los malditos. En la carrera de los idiotas, el más infeliz es el ganador". Y en mi coche, junto a las cajas repletas de libros, ropa y ordenadores, murió sin decirme claramente por qué todo siempre me ha ido tan sumamente mal.

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