Como bien sabréis muchos, la conselleria de educación de la comunidad valenciana decidió hace ya un año y pico prescindir de gran parte de su personal interino porque suponíamos un gasto excesivo para las arcas del consell. En esa patada generalizada, muchos nos fuimos poco más que a la mierda y vimos como nuestras empobrecidas cuentas se vaciaban para subsistir unos meses ya que, por desgracia, no nos daba trabajo ni el tato. Y no es que los profesores fuéramos unos snobs que por menos de 1800 € no movíamos un dedo, era simplemente porque estábamos tan preparados que para el poco trabajo que había no valíamos. No eran trabajos buenos: profesores/as particulares, camareros/as, obreros/a, putos/as… El abanico laboral que se nos abrió de golpe era tan grande como uno de los ojos del fary(que en paz descanse).
Pues bien, hasta hace un par de semanas yo era un parado más. Uno de esos que van por la calle en chandal y sin afeitar. A veces con una cerveza de litro en la mano como en los 90, sólo por aparentar, que hasta para ser parado hay que tener cierto look, yeah!. Y digo era, porque me llamaron de una conocida editorial de libros de texto que empieza por S, para que me incorporara a su «equipo comercial», también llamado «equipo de alimañas». Yo pensé que por fin todo se iba a solucionar, que realmente me había llegado una oportunidad de futuro y todo eso… Hasta que descubrí para qué me habían llamado. Y es que el noble arte de reciclar profesores en paro es algo que están aprovechando todas estas grandes marcas para joder un poco más al personal y, por supuesto, vender vender y vender.
Todos mis «compañeros», o casi todos, son ex-profesores: gente que se sabe mover por un instituto, que tiene contactos y que sabe de qué hablar con un docente. Todas esas cualidades nos capacitan para sacar toda la información posible de todo el personal del centro, engañar a nuestros ex-compañeros y amigos, y a colarnos por las dependencias como sí fueras vulgares cacos. Diréis que soy un exagerado, pero tengo un manual de la empresa y un montón de mensajes que me sirven de prueba, donde se nos especifica cómo tenemos que actuar para conseguir algo tan «público» como la lista de profesores y alumnos del centro, sus horarios y sus(aquí viene lo bueno) gustos y filiaciones. Sí señores, porque una de las primeras cosas que me dijeron es que tengo que ser amiguísimo de todos aquellos profesores y jefes de departamento a los que vaya a visitar, aunque luego me importé una puta mierda su vida, pero tengo que crear un lazo emocional con ellos para colarles mi producto. ¿Perdona? ¿Me estas diciendo que tengo que ser un comebolas? No me pagan suficiente ni por asomo. Otra estrategia es la del «cuelate por dónde puedas». Me han dado instrucciones precisas de colarme en todos los departamentos que vea abiertos y rebuscar entre los documentos que ve encima de las mesas para sacar información, además de meterme sin permiso en el despacho del director o del jefe de estudios para sacar las listas de jefes de departamento. Esto es ser ruin, y lo demás son tonterías.
Pero lo que ya ha terminado de darle la estocada final ha sido el tema «submarinos». ¿Qué mierdas es un «submarino»? Pues en resumidas cuentas es un tío, un amiguete, o no tan amigo pero que has sobornado con regalos o dinero, para que interceda por ti en las reuniones de decisión de libros. La editorial que empieza por A suele pagar a alguien del departamento con sobres tipo Bárcenas para que haga presión. Las que empiezan por S simplemente te regalan algo, como un portátil o una tablet. Pues bien… Me han pedido que saque mi agenda de contactos y hable con todos mis conocidos par que sean mis submarinos, a lo que yo pensé:»eso es prevaricación ¿no?». Pero es posible que yo sea demasiado tonto, demasiado honrado. Aquí me he dado cuenta que realmente soy profesor, no soy nada más. Ni vendedor, ni timador, ni espía, ni ladrón, ni mafioso… Simplemente soy un profesor que ha tenido que venderse para poder pagar sus facturas. Adoro dar clase, y tengo demasiados escrúpulos como para pasar por esas prácticas repulsivas. Soy como el tatuaje de Jack en perdidos: «camino entre vosotros pero no soy uno de los vuestros».